Campaña Postnupcial de Anillamiento Científico de aves de ANSE

El mejor momento de Isla Grosa

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Son las seis de la madrugada. Orión, luminoso, avanza hacia la luna llena, que amenaza con zampárselo de un bocado. En la noche, los sonidos del mar llegan nítidos y potentes, tanto, que parece que alguien estuviera trasteando en la orilla. Son las seis y el despertador ha avisado a los voluntarios de Isla Grosa de que es hora de desplegar las redes de captura de pájaros. Están inmersos en una nueva campaña de anillamiento científico. Es la quinta y la isla se muestra este año en su mejor momento. Se están capturando más aves que en ningún otro ejercicio y es mucho el trajín. Algunos voluntarios se levantan sin conseguir apenas despegar los ojos. Algo parecido a un 'buenos días' surge a regañadientes de su interior. Como autómatas, se abrigan, salen del edificio, recorren unos metros por el conocido camino de tierra, estiran las mallas y vuelven a las literas. Queda aún una hora y cuarto para el primer recuento y el sueño de madrugada suele ser un buen sueño.

El valor de Isla Grosa

El Mediterráneo es una gran vía migratoria y en esta época del año se aprovechan sus islas para hacer campañas de anillamiento científico, ya que concentran muchos pájaros. Así, hay estaciones de estudio en Cabrera o en Columbretes, cuenta Ángel Sallent, anillador científico de la Asociación de Naturalistas del Sureste (ANSE). Por contra, en Tabarca se anilla solo en primavera. Además, hay estaciones en Doñana y en algunos humedales, pero suelen funcionar en agosto y septiembre, mientras que Isla Grosa mantiene las dos campañas, añade.

"Lo que más nos sorprendió cuando empezamos a anillar fue que los números se parecen mucho a los de islas como Baleares, muy separadas del continente, más que a Doñana u otras estaciones en el continente o en el litoral. La composición de especies y el número de capturas por especies se comporta como una verdadera isla" aunque esté a apenas dos kilómetros y medio de tierra firme, destaca el biólogo. Los pájaros en primavera salen de África, de la costa de Argelia, como a unos 200 kilómetros de aquí, y lo hacen por cualquier lado. Si llegan al continente bien, pero los que vuelan por el mar, más al Este, van a dirigirse a la primera tierra que vean, y esta isla les ofrece bastante verde. Creemos que eso les resulta atractivo. Y cuando bajan de Europa, llegan repartidos por todo el tramo de costa y no tienen un sitio donde se concentren, pero aquí sí".

Sallent, además, se conoce la isla como la palma de su mano. Este año, nos cuenta, Isla Grosa está espectacular porque tras las lluvias su vegetación crece esplendorosa. No en vano alberga casi cien especies de flora vascular.

Además, aquí cría el paíño europeo, el halcón peregrino y el cormorán moñudo, el ave marina más amenazada en la Región.

Y bordeándola, una de las mejores praderas de Posidonia oceánica del mediterráneo occidental.

amanecer_2_ecv_pq.jpgPero no todos duermen. De los cuatro voluntarios, dos dedican unos minutos a la contemplación inspiradora del Mediterráneo en calma y aún templado. Después, lo mejor es desayunar. La cocina está unos metros más abajo, separada de la casa principal. Es un habitáculo añejo, pero bien adaptado. La puerta abierta permite ver la negrura del cielo y, allá enfrente, la línea de luces de La Manga del Mar Menor, estirada como una larga llaga en las dunas. Poco a poco, el resto del equipo va llegando. Unos cafés, algo de zumo, pan tostado o bollería que llevamos los invitados van pasando de mano en mano, lentamente aún. Afuera, va amaneciendo. El negro va dejando paso a tímidos grises azulados y jirones de naranja vibrante. Dan las siete y diez y hay que dejar los alimentos sobre la mesa, da igual si uno ha acabado o no, para dirigirse al entramado de redes, a ver qué ha caído hoy. El primer recuento es, quizá, el que despierta más emoción. Los pájaros en estudio son migradores nocturnos. Ahora están bajando de Europa, alejándose del frío que reducirá su cuota de alimentos, en busca de un sur amable y fecundo. Son pequeños, algunos diminutos, y las enormes distancias que cruzan resultan, para ellos, colosales. Isla Grosa, con 17'5 hectáreas de superficie, tiene en este viaje una posición estratégica, tanto a la ida como a la vuelta. En este momento del año es seguramente, para muchas de estas aves, el último pedazo de tierra firme antes de afrontar el ancho mar y el temible desierto. Tienen que descansar, alimentarse, coger peso y tomar fuerzas para, cuando el instinto les diga que están preparadas, lanzarse al último asalto. Por eso, cuando Ángel Sallent, coordinador de esta campaña, los recoge, sabe que tiene un ser singular entre manos.

Sallent lleva años al frente de este cometido y percibe que está viviendo un momento excepcional, “Ésta es la campaña en la que más capturas hemos tenido”, asegura. Hubo una jornada en la que cayeron 526 pajarillos, lo que supone casi 50 ejemplares por recuento de red, y mucho ajetreo. “Ningún día antes habíamos llegado a los 200, nos quedábamos por los 190... Esto no lo habíamos visto nunca”, recuerda el biólogo. Además, cinco días consecutivos superaron los 120 pájaros. Lo que no es mejor ni peor, aclara, “es más entretenido para nosotros y nos muestra la parte más espectacular de la migración. Pero la migración ocurre todos los años, solo que, de repente, en unos puntos y fechas determinadas, y según las condiciones particulares de cada sitio, se juntan un montón de aves. Y este año nos ha tocado aquí”.

sallent_primera_captura_ecv_pie_pq.jpgSallent sale de la cocina seguido por Lise, Ana y Paulo, sus voluntarios esta semana, para recorrer diligentemente los once tramos de redes en las que se enredan los ejemplares. En total 132 metros. Los animales permanecerán cautivos solo durante unos minutos, lo justo para sonsacarles unos datos, anillarlos y dejarles marchar. Un mínimo lapso de tiempo que rinde un enorme conocimiento. Esta madrugada han caído solo dos ejemplares. No es mucho, pero ya hemos visto que no es cuestión de cantidad, sino de analizar lo que hay.

Se trata de un mosquitero común y un petirrojo. En las redes, los voluntarios los tratan con mimo y cuidado. Hay que liberarlos con determinación pero con calidez. Algunos pueden estar muy cansados y, además, tienen ciertas áreas que son más delicadas. Uno de los secretos está en sujetarlos por los muslos, que son más resistentes que otras partes de la pata. De la red pasan rápidamente a una bolsa de trapo que el voluntario lleva consigo y que, terminada la ronda y justo antes de la toma de datos, cuelga de los ganchos clavados en el respaldo de una silla, bajo el número que coincida con la red en la que han sido encontrados. Los especialistas se esmeran en que pase poco tiempo entre la recogida y la liberación, para molestarlos lo menos posible. Una vez en la silla, que ofrece un aspecto multicolor por el tinte de las distintas bolsas, empieza el trabajo científico. En esta ocasión será en el interior de la casa, pues fuera aún hace fresco.

los_4_en_la_mesa_ecv_pq.jpgSobre la mesa, están preparadas las anillas metálicas con que se marcará individualmente y para siempre a cada ejemplar. Hay un alicate especial, diseñado específicamente conforme al grosor de los tarsos de estas aves, para que sea imposible dañarlas al apretar la anilla. Una regla también distinta a las habituales, con un pequeño pincho, permite determinar la longitud precisa de las alas. Un peso con un receptáculo está listo para introducir apenas unos segundos al ave. Sallent se sitúa en una silla, dispuesto a manipular al pajarillo y, a su lado, un voluntario se encarga de rellenar la ficha del día. Especie, sexo, edad (si es juvenil -con sus alas aún sin mudar- o no), cantidad de grasa, peso, medidas alares, si tiene anilla o no... Todo queda registrado.

El primer recuento acaba pronto. Los voluntarios apagan las luces del edificio principal, que tiene una ornamentación ad-hoc con un reloj pajarero, una muda de serpiente y un cartel pidiendo respeto para las gaviotas, y vuelven a la cocina, a terminar el inconcluso desayuno. El café y la bollería vuelven a circular. Por delante, una jornada que se asoma tranquila. El parte anuncia algo de viento por la mañana, que remitirá hacia el mediodía y volverá a arreciar al atardecer. El viento, ya lo saben, influye en la llegada de los pájaros. No hay gran cosa que hacer en la isla. Rellenar el agua para fregar, mantener las placas solares, atender la limpieza de las instalaciones... Pero todo, cualquiera que sea la actividad, se interrumpe cada hora para ir a revisar las redes. Desde poco antes del amanecer hasta justo después de la anochecida. Cada día.

El segundo recuento llega enseguida, quizá porque el cuerpo aún no se ha desperezado del todo y evoluciona lento. Aún hace fresco y hay que mantenerse arropados. Arriba, en el cielo ya claro, las gaviotas dominan la isla. Cientos de ellas, que han dormido por todos los rincones, han levantado ya el vuelo y graznan sin parar, y nos sobrevuelan altivas cuando revisamos las redes. En esta ocasión, no hay nada. Es un poco decepcionante después de tantos días con tan buenas capturas. Pero esto es lo que hay.

Hablemos de tamaños 

Las aves objeto de este estudio, las migradoras que recalan en Isla Grosa, son en su mayoría pequeñas. De hecho, hay tres tamaños principales de anillas, todas reducidas y adaptadas a ellas.

Las menores se destinan a los mosquiteros y poco más; las siguientes son para los colirrojos y aves semejantes; y las mayores, dentro de la pequeñez, son para las aves tipo petirrojo o curruca capirotada.

El pajarillo más pequeño que se pasea por la isla es el reyezuelo, que pesa cinco gramos o menos. Otra avecilla que cayó en las redes, una rareza en la zona, pesó 4,8 gramos. “Es un pájaro que cría en Siberia y que ha llegado hasta aquí tras recorrer varios miles de kilómetros”, apunta el biólogo y coordinador de la Campaña de Anillamiento Científico, Ángel Sallent.

Los ejemplares más grandes son accidentales, porque las redes no están pensadas para ellos y no se quedan bien enganchados. Son zorzales, algún cernícalo, alguna gaviota...Todos se anillan y todo se apunta en las fichas.

colirrojo_anilla_02_ecv_pq.jpgPoco a poco, el día avanza, y los pajarillos, como era de esperar, van cayendo. Los más habituales todos los años son los petirrojos, seguidos del colirrojo. Esta última especie ha dado una sorpresa este año. Se han capturado más de 400 ejemplares, lo que es excepcional. Incluso se han cogido más de 200 en un solo día. “Como mucho, habíamos llegado a poco más de los cien”, recuerda Sallent.

A cada hora, Paulo, Lise y Ana, junto con Sallent, realizan el mismo recorrido. Apenas tardan algo más de cinco minutos en completarlo. Luego queda la toma de datos. En cada especie hay que saber dónde mirar. Como lo propio es encontrarse con cinco o seis especies repetidas (a los petirrojos y colirrojos se unen la curruca capirotada y cabecinegra y el mosquitero), hay aspectos que se tienen bien aprendidos, "pero ayer cogimos un estornino pinto y tuvimos que buscar en el libro. Hay pájaros que encuentras una vez cada tres años", cuenta el experto.

paulo_con_un_pajaro_en_la_red_ecv_pq.jpgComo rarezas, se han cogido este año dos mosquiteros bilistados y un mosquitero de Pallas. “Nos hace mucha ilusión porque no son pájaros de aquí y aparecen esporádicamente. Octubre es un buen mes, en primavera casi nunca caen”, describe Sallent, pero recalca que “esto es lo anecdótico, pero no es el fin de la campaña. Lo interesante es todo el resto de pájaros. Los cogemos en mucha cantidad y anillamos mucho. Y luego juntamos los datos con los de otras estaciones en Europa para ver cómo funciona la migración y si a largo plazo pudiéramos saber si hay más o menos aves migrando o si adelantan o retrasan las fechas de migración, eso es lo más importante”, insiste.

red-composicion-ecv_pq.pngLa mañana sigue. Los recuentos han sido a y cuarto de cada hora. Así que desde el primero, a las 07:15 h, hasta la hora de comer, a las 13:30 h, justo después del último, por aquello de tener cierta tranquilidad, han realizado siete revisiones. De todas formas, como cocinar y comer lleva su tiempo, aún hay que interrumpir el postre para el repaso de las 14:15 h. Pero los voluntarios lo hacen con gusto. Solo Ana es de la Región, Paulo viene de Galicia y Lise de Francia, de la zona de Toulouse. Han estudiado carreras relacionadas con el medio natural, pero no necesariamente quieren formarse como anilladores científicos, que es una materia que necesita muchos años de práctica y estudio. Como otros muchos voluntarios, pasan parte de sus veranos en campos de trabajo aquí y allá y amplían sus estudios. Les gusta.

Los pájaros caen hoy con cuentagotas. Pero sus datos siguen siendo importantes. "En primavera suelen tener niveles de grasa muy bajos porque llegan de África, mientras que ahora estamos cogiendo pájaros con grasa porque la van acumulando. Los que tienen más están a punto de salir", relata Sallent. Y entre las capturas de la tarde algunas son ejemplares que ya habían caído el mismo día y se liberan sin demora. Lo saben porque revisan el número de la anilla, que está apuntada en la ficha. Una curruca capirotada, en concreto, insiste en la recaída un par de veces, hasta que por fin aprende el camino a la libertad. Por contra, una collalba gris que ronda las redes, más perspicaz, consigue pasar el día sin caer en la trampa.

La quinta Campaña Postnupcial de Anillamiento Científico en Isla Grosa de la Asociación de Naturalistas del Sureste (ANSE) está a punto de finalizar. Arrancó a finales de septiembre y culmina el próximo 8 de noviembre. Se une a la media docena de campañas prenupciales (en primavera, antes del emparejamiento y puesta de la nueva generación) ya realizadas. Así que, en conjunto, ANSE lleva ya once campañas recogiendo datos en la isla desde el año 2005. Y la idea es que pueda seguir haciéndolo a largo plazo, "que podamos mantener estas campañas", pide Sallent, "ahora mismo hay bastantes anilladores activos, gente joven que está sacando el carné y la actividad podría continuar". Una actividad que ya ha alcanzado una madurez y que deja un importante recuerdo entre los participantes, pero que aún no es del todo conocida por la ciudadanía, a pesar de ser una herramienta insustituible para el conocimiento de nuestras aves migradoras.

Nosotros abandonamos las instalaciones. La zodiac roja nos devuelve a puerto. La noche tranquila envuelve a la Isla Grosa. Pronto amanecerá. Pero antes, el despertador dará las seis.

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Postdata: al día siguiente nos informan de que en la primera revisión del día de las redes, la de las 07:15 h, han caído cien ejemplares.

(Nota: En breve, subiremos al canal de youtube de elclickverde varios vídeos sobre esta salida. No os los perdáis...).

Mónica Rubio. Periodista y Bióloga.