Vivir a veinte metros del oso pardo

Hablamos con la propietaria de los alojamientos rurales asturianos visitados recientemente por un gran macho adulto

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Imagen del gran macho Aurelión, captada por las cámaras de fototrampeo de Fapas.

"Llevábamos todo el mes de julio viendo que amanecíamos con árboles rotos, pero no nos imaginábamos que era el oso. Pensábamos que sería algún otro bicho de los muchos que circulan por la noche: martas, hurones... pero nos extrañaba porque esos animales no pesan tanto como para romper las cañas de los árboles", recuerda Raquel Riesgo, propietaria de los apartamentos rurales que, para su sorpresa, una noche de finales de agosto recibían la visita de un gran oso pardo. Se trata de un macho adulto y dominante, de nombre Aurelión, que se ha paseado por su finca, se subió a algunos de sus perales para saborear sus frutos y hasta se dio un baño en un bebedero de ganado cercano. Y todo esto se sabe porque fue captado por las cámaras del Fondo para la Protección de los Animales Salvajes (Fapas).

"Nunca nos había pasado, ni otros años. Sí había oído de otra gente, a un señor que le rompió un cerezal o que entra en panales para coger la miel... Pero no me podía imaginar que el oso pudiera saltar el muro de mi finca, y por lo visto no es impedimento ninguno para él", reflexiona Riesgo con tranquilidad. El muro que cita y que delimita sus terrenos es más alto que una persona por la parte interior, "pero por la parte de fuera no lo es, porque me doy cuenta ahora de que la gente que pasa por fuera se apoya en el muro y hablan contigo", murmura para sí.

despertectos-fapas.pngRiesgo sabe que estos animales merodean por la zona, pero "tanto como acostumbrada a ver al oso no estoy, porque yo en concreto no lo vi nunca". Sin embargo, sí que conocía su proximidad porque ese mismo mes un cliente le había referido que estando sentado tranquilamente en la vivienda lo vio subir por la ladera de al lado, separado solo por el muro de la casa, que está a escasos veinte metros de la fachada.

Al inquilino no le dio tiempo ni de avisarla, pero se lo contó todo luego. El hombre había vuelto al apartamento de dos personas, que es el que tenía alquilado, y se sentó en el pequeño porche delantero, que dispone de una mesa y dos sillas, y allí se quedó fumando un cigarro después de cenar. Delante está el muro de piedra que separa la casa del camino. "Me contó que escuchó unos ruidos y como unos zarpazos, y que vio algo de lejos. En principio pensó que sería un perro mastín, de esos grandones, pero se levantó de la silla y entonces lo vio pasar, y no hay ni veinte metros de distancia. Lo vio pasar caminando por delante de él. Un poco más adelante hay un caminín que se adentra en el bosque y el cliente dice que el oso se sentó en el camino y que se le quedó mirando, y después ya se marchó, sin más", termina el relato.

Los apartamentos rurales Fuenclara, en el concejo de Teverga, están en plena naturaleza. El concejo son poco más de 40 pueblos, con una capital "y todo lo demás son aldeas pequeñinas. La mía queda a media hora de San Martín de Teverga por una senda por el bosque, o a cinco minutos si bajas en coche, pero rodeada de bosque por todas partes". De hecho, Coañana de Arriba, que es donde se ubica, "es todo bosque, un riachuelo, cuatro casinas la mayoría abandonas, y la mía, que es una casa rural restaurada, y al lado vive el matrimonio", a la sazón, los únicos habitantes del núcleo rural. Tranquilidad total.

Allí, Riesgo tiene una finca perimetrada por un muro que protege a su vivienda particular y al edificio los apartamentos rurales, algo alejado y que en su día fue una quintana asturiana con su casa, hórreo, lagar, la cuadra del ganado y el pajar. Estas dos últimas estancias se rehabilitaron y conforman ahora la oferta rural.

Por la zona hay mucha gente que ya ha visto a los plantígrados. "Creo que ahora se ven más porque hay más osos y cada vez bajan más porque los pueblos están medio vacíos. Y lo mismo el oso que los venados", dice. Sin embargo, toparte con unos y otros en tus paseos no es tan fácil: "yo voy infinidad de veces por el monte y nunca me encontré con ningún animal, creo que ellos te huelen y te oyen -porque vas hablando- antes de que tú les puedas ver. Los venados, por ejemplo, es mucho más fácil verlos desde mi casa que si voy caminando por el monte. Si estás en el corredor o detrás la ventana no te ven, y si estás callado no te oyen. Sobre todo los venados sí que los vemos desde la ventana". E insiste: "si te levantas un poco temprano, los puedes ver enfrente, comiendo o cuando bajan a beber al reguero de Pumariega, que pasa por debajo de la finca".

casa_fapas.jpgAsegura que no tiene miedo de que entren en su casa, "¿qué va hacer un oso? Yo creo que nos tienen más miedo ellos que nosotros", sopesa, aunque ha estado algo atenta a los folletos que facilita el Principado de Asturias para saber qué hacer en caso de que te encuentres con uno. "Por lo visto dicen que si no percibió tu presencia, te marches tranquilamente, y que si la percibió que te estés quieto y que esperes a que él te huela y se marche". Ahí es nada. Y ahonda: "miedo no da (ríe), a mí me encantaría verlo".

Aunque cree que sí se pueden pedir, Riesgo no van a solicitar ayudas por los destrozos que le ha causado el animal. "Entiendo que cuando vives en la naturaleza esto son 'daños colaterales', como se suele decir. Hombre, tampoco le voy a dejar la puerta abierta, pero creo que será una cosa puntual, que no va a bajar todos los días a comer a casa", bromea. Y le gusta que el animal esté por ahí: "creo que la presencia del oso es positivo para atraer el turismo. Evidentemente al que no le guste la naturaleza y los animales, no elegiría mi casa para alojarse".

Porque la zona tiene grandes atractivos naturales: "senderismo lo que se quiera", comienza, y apunta que hay sendas fáciles para transitar con niños, recorridos más complicados que se adentran en la montaña, o rutas a caballo; también se ofrece escalada, espeleología, barranquismo, fotografía, recogida de setas, observación de flora -con hayas, castaños, robles, avellanos, fresnos y bosque de ribera-, avistamiento de aves ("tengo clientes que viene movidos por eso, creo que hay aves muy interesantes por la zona, pero yo no entiendo", reconoce) -el urogallo quizá-, avistamiento del lobo, y también turismo cultural, "sobre todo prerrománico", matiza, y que aquí "se come fenomenal", cierra la ennumeración Riesgo. Y, por supuesto, la posibilidad de ver el oso, que se extiende a lo largo del mes de septiembre... y hasta que el invierno lo duerma.

(NOTA: todas las imágenes, cortesía de FAPAS).

Mónica Rubio. Periodista y Bióloga.