Se espera un buen año de anfibios en la Región


Ejemplar de sapillo moteado común. Imagen: José Manuel Zamora / Caramucel Naturaleza e Historia.

Un otoño generoso en lluvias ha despertado la esperanza de que éste sea un buen año para los anfibios de la Región de Murcia. Adaptados, sin duda, a un ambiente cambiante y a un clima semiárido, los anfibios del sureste agradecen la llegada de precipitaciones en el momento clave de la vida: cuando se pueden rellenar charcas y concavidades del suelo, recargar acuíferos y dar vida a los manantiales. Un evento de lluvias es, en este rincón de España, una excusa para compensar años en los que la sequía no les permitió reproducirse. Y así, si esta agua nos sigue acompañando en lo que queda de enero y febrero, se lanzarán aguerridos a la perpetuación de las especies y podremos esperar en primavera un espléndido coro croador en las noches de Sierra Espuña, La Pila, El Valle o Calblanque…

“Desde Espuña se preve un año muy bueno”, avanza Néstor Yelo, técnico de Conservación en el Parque Regional de Sierra Espuña, quien detalla que “ha sido un buen comienzo de año hidrológico: el final de verano y el principio del otoño han sido muy buenos, se han recuperado algunos manantiales y la montaña se ha ido recargando, las sierras están verdes, preciosas... Pero si en enero y febrero no llueve, se empezarán a secar. A ver si el invierno nos regala un poquito de lluvia e incluso a ver si tenemos la suerte de que nieve”, desea. Con él coincide Héctor Quijada Guillamón, guía de naturaleza de la Asociación Caramucel en el Valle de Ricote, para quien esa "lluvia propia de otoño es fundamental para que se mantengan los manantiales y fuentes naturales que alimentan las balsas tradicionales, y sobre todo es necesaria para que se llenen las charcas temporales, que en el caso de la vertiente norte de la Sierra de la Pila son muchas y de vital importancia sobre todo para el sapo corredor y sapillo moteado". Recalca además que “lo ideal sería que tuviéramos lluvias en la primavera, si es al principio mejor, para garantizar una masa de agua", y ya puestos a pedir, "luego unas buenas precipitaciones cuando se acerque el verano, al menos para que los lugares donde se produce desecación aguanten hasta mediados de la estación. Esto -aclara- es pensando en las charcas temporales y las ramblas, donde es bueno que se sequen, pues de ellas dependen anfibios que están especializadas en estos ciclos".

Porque sapo común, sapillo moteado, rana común, sapo partero y otros representantes de esta fauna indecisa entre el líquido y el suelo tiene una distinta relación con el agua, no solo entre ellos, sino a lo largo de su ciclo vital. Para unos, es necesaria durante toda su vida, para otros, solo en el momento reproductivo. Para unos, durante largas semanas, para otros es suficiente un charco efímero... E incluso la temporada seca es trascendente ya que, como explica Quijada: "evita que se establezcan especies invasoras, por ejemplo la gambusia, de la que tuvimos varios casos el año pasado en la Sierra de la Pila debido al llenado artificial”, avisa.

Esta llegada de agua ha sido, en todo caso, bien recibida. En Ricote, "las especies más beneficiadas con la recarga de puntos temporales son el sapo corredor y el sapillo moteado. También el sapo común, rana y sapo partero común, que aunque utilizan lugares algo diferentes deben tener garantizada el agua para su desarrollo larvario más largo. Pero ellos utilizan albercas, balsas, bebederos, incluso depósitos para incendios forestales que, por sus características o porque los llenan, no van a sufrir una bajada drástica de agua, por lo que aunque una sequía pueda afectarles, no es tanto como a las otras dos especies", detalla el también técnico en Trabajos Forestales y de Conservación del Medio Natural. En el caso de los primeros, sin embargo, en ocasiones "si no llueve, los bebederos artificiales se llenan con cubas de agua, cosa que normalmente hacen las sociedades de caza locales. Si se trata de una situación de urgencia, por ejemplo una charca con larvas que se está secando, ha habido casos en los que se ha informado a la unidad de gestión del espacio natural protegido, y ésta ha procedido a un llenado de emergencia”, recuerda.

Si bien es cierto que la lluvia siempre beneficia, Quijada aclara que "en diciembre la reproducción no es tan abundante como en primavera o principios de verano, sobre todo en lugares más fríos, como la Sierra de la Pila. Aún así, se han podido observar ya, a finales de año, algunos renacuajos de sapillo moteado y sapo corredor en parte de los bebederos cinegéticos, que se encuentran llenos gracias a los aportes superficiales de escorrentía, y por supuesto, en el núcleo reproductor de sapo partero común del Puntal de los Corrales, donde se mantienen todo el año". Igualmente en Espuña la rana, el sapo común, el corredor y el sapillo moteado -que son los que más se ven habitualmente- se han adelantado este año y empezaron a verlos a finales de otoño. 

Visto lo visto, no es extraño que tanto en Sierra Espuña como en el Valle de Ricote se afanen en mantener en buen estado los puntos de agua, un factor clave para asegurar la permanencia de las poblaciones de anfibios y una actividad que proporciona una información valiosísima sobre el estado de las poblaciones.

Así, en Ricote, en algunos lugares como el Parque Regional Sierra de la Pila se han realizado mejoras para contribuir a su conservación. En 2016 ya inventariaron 36 puntos de agua, que en 2017 fueron 57 "y actualmente estaremos por encima de los 60 con toda seguridad, habiendo adaptado 23 de ellos que requerían intervención. Los anfibios ya están presentes en más del 30 % de estos lugares", se muestra satisfecho Quijada. Y, además, saben que esta fauna goza, en general, de buena salud: "salvo en el caso del sapo de espuelas y sapo común, las poblaciones del resto de especies se mantienen o han ido en aumento cada año desde que se realizan actividades de observación o seguimiento. Pero estas actividades se llevan a cabo desde hace relativamente poco, desde el año 2015, por lo que en realidad, lo que está aumentando es el conocimiento y el esfuerzo que les estamos dedicando". 

En Sierra Espuña, Yelo recalca que, de hecho, "la línea más importante en conservación" es la mejora de cuerpos de agua, destinada a adecuar sobre todo balsas tradicionales, albercas, abrevaderos, caños de agua… "infraestructuras que el hombre ha creado, algunas muy antiguas y vinculadas a antiguas casas forestales, que han ido sustituyendo a los pequeños ríos o nacimientos de agua. Mantenerlos es fundamental para la mayoría de especies de anfibios porque si un cuerpo de agua artificial se rompe, se pierde el agua. Hay unas especies para las que no es tan importante, como el sapo corredor, que puede criar en un charco y su estrategia se adapta a los entornos más áridos, pero otros necesitan agua que se embalse, que esté retenida más tiempo, como la rana o el sapo común o el partero". El inventario de cuerpos de agua aquí alcanza las 50 unidades. "Llevamos varios años en que se están arreglando y estamos bastante satisfechos con su nivel de conservación", defiende el experto.

En este entorno, además, también hacen un seguimiento biológico con su especie más amenazada, el sapo partero bético, considerado ‘vulnerable’ a nivel mundial. "Tenemos la suerte de que esté en el Parque, aunque es escaso y parece que va a menos comparando con los datos de 2010. De ahí el esfuerzo de saber dónde está la población, adecuar cuerpos de agua y que ésta aguante más tiempo". Y al estar en regresión, además, "hay que seguir investigándolo y mejorando su hábitat, y estar pendientes por si hay que hacer algún tipo de actuación más", señala.

Quizá menos visible pero igual de relevante es difundir una buena información, tan esencial para corregir la mala fama que arrastra este grupo animal como para desterrar algunas prácticas que les resultan dañinas. A las actividades de sensibilización de Caramucel suele acudir "gente que siente algo de interés por la naturaleza en general. Una vez que conoce que estamos trabajando con los anfibios, empiezan a existir para ellos. Por ejemplo, te avisan si ven algo o publican artículos en sus revistas". En Sierra Espuña notan igualmente que "la gente es más curiosa", aunque en ocasiones aún "sigue esa línea de querer llevarse los renacuajos a casa, o trasladarlos de la balsa al río creyendo que van a estar mejor, cosa que no es así ya que el agua los puede arrastrar…Pero sí va respetando más y dejando aparte los mitos". En todo caso, no pierden ocasión para recordar que si algún usuario va a vaciar un abrevadero (los limpian retirando la materia orgánica y todo lo que contenga, larvas de anfibios incluidas), lo hagan en septiembre, antes de la explosión larvaria; que al bañarse o al coger agua de un manantial respeten las especies que hay, que al lavar 'los cacharros' no los introduzcan en el agua si llevan aceite y que no usen jabón... o contarles a los propietarios el papel de los anfibios como tremendos depredadores de invertebrados: cucarachas, arañas, escarabajos... "son cosas en las que es fácil avanzar si quienes gestionan el territorio están pendiente e informan a la gente", asegura.

Y de cara al futuro aún queda mucho quehacer. A largo plazo, por ejemplo, "sería interesante conocer cómo está afectando el uso de los acuíferos a las aguas superficiales y a los manantiales de Sierra Espuña, creo que es una pregunta que es fundamental responder, aunque compete a un ámbito regional, a una escala más de paisaje. Ahora mismo hay más factores de estrés que la sequía, hace un siglo no había el estrés hídrico de ahora, no había tanto regadío, los acuíferos estaban mejor y había menos consumo de agua. Ahora se junta la dinámica del uso del agua, que es un sonido de fondo que es difícil afrontar, una amenaza de fondo para los anfibios, que están adaptados a los ambientes secos, pero si en la zona más árida de España tenemos un uso muy de intenso de los acuíferos pues habrá menos agua disponible. Es necesario poder tener criterios reales de lo que está suponiendo todo el consumo del agua subterránea sobre la sierra. Espero que con la ayuda de la Confederación podamos mirar a las aguas subterráneas y su conexión con el agua superficial", defiende el técnico.

Por lo demás, van trabajando poco a poco en conservación. Desde la Mesa de Trabajo de la Estrategia de Conservación de Anfibios del PR de Sierra Espuña, en la que participan el Parque, agentes medioambientales, investigadores de la universidad de Murcia y la asociaciones Meles y Ahemur, -una acción pionera en la Región desde 2016-, se discuten los trabajos, ideas, mejoras, estudios… y en ocasiones, se acuerdan actividades de voluntariado. "Queremos identificar las principales amenazas en los cuerpos de agua, como las balsas sin rampas. Y el muestreo, que se extiende de febrero a junio, cuando podemos encontrar a casi todas las especies que se estén reproduciendo y obtener un mapa general de la situación, queremos hacerlo a medio y largo plazo, para poder comparar".

Algo parecido ocurre en el Valle de Ricote: "una vez se han llevado a cabo actuaciones de mejora en los espacios naturales de los parques regionales de la Sierra de la Pila y Sierra de Ricote, el reto está en seguir haciendo lo mismo fuera de los límites de los espacios protegidos, donde es más complicado. Acabamos de ejecutar la rehabilitación del Abrevadero de las Pocicas, conjuntamente con la Dirección General de Política Forestal, y con la Dirección General de Medio Natural en una Vía Pecuaria. Todavía hay muchos puntos negros en infraestructuras privadas, como todo tipo de balsas y aljibes que suponen auténticas trampas mortales. Requiere un gran esfuerzo porque el territorio es muy amplio, pero sería interesante trabajar en esa línea".

Lo que está claro es que los anfibios son bastante variables. Así, el otoño-invierno de año 2016-2017, que trajo fantásticas lluvias en diciembre y nevó mucho en enero, fue espectacular: el sapillo moteado respondió muy rápido y en Sierra Espuña, por ejemplo, se localizó en muchísimos sitios. Pero al invierno siguiente estaba en muy pocos puntos, así que ha sido un año mucho más flojo. "Los anfibios responden de una manera muy rápida y por eso hace falta hacer un seguimiento a largo plazo, no podemos quedarnos con una foto fija", advierte Yelo. Esperemos que, por lo menos, la fotografía de este año, esté bien concurrida.

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Héctor Quijada, revisando un cuerpo de agua en el Valle de Ricote. Imagen: Caramucel Naturaleza e Historia.

Mónica Rubio. Periodista y Bióloga.

Especies en el Valle de Ricote, el mosaico de paisajes

En la zona de actuación de Caramucel, que engloba los municipios del Valle de Ricote y territorios limítrofes incluyendo el Parque Regional Sierra de la Pila, el sapo corredor (Epidalea calamita) es el más extendido en las zonas de monte y en las ramblas, mientras que el sapillo moteado (Pelodytes punctatus), que le sigue en cantidad y extensión que ocupa, aunque de forma más localizada, se puede encontrar en todos los espacios naturales. Así, "se viene observando desde hace pocos años tanto en la Sierra de la Pila como en la de Ricote, aunque seguramente ya estuviera antes. En esta última, lo hemos encontrado este año en un nuevo punto, muy cercano al pico Almeces, a 1.100 metros de altitud, cuando anteriormente sólo lo teníamos controlado en las zonas bajas", remarca Quijada.

El sapo común (Bufo spinosus) no es muy frecuente en la zona, salvo en la vertiente este de la Sierra del Oro, donde se observa en la periferia en torno a cultivos de regadío.

El sapo partero común (Alytes obstetricanspertinax), cuyas poblaciones son, al parecer, "las más sureñas que existen", se ha localizado hace pocos años en la Sierra de la Pila, donde tiene una distribución puntual en el entorno de algunas infraestructuras artificiales de pequeña entidad.

El sapo de espuelas (Pelobates cultripes) aparece sobre todo en zonas rurales, como el Cagitán, aunque también hay citas en el entorno de la Sierra de Pila, y "en los últimos años no hemos podido confirmarlas dentro del Parque Regional, aunque haría falta un esfuerzo para intentar cubrir los terrenos agroforestales de la periferia, donde podría aparecer".

Por último, la rana común (Phelophylax perezi), con diferencia, la más abundante y extendida, ocupa todo tipo de medios acuáticos, tanto naturales como artificiales.

Especies en Sierra Espuña, la montaña forestal

A primera vista, parece que no hay una separación clara de especies porque el ambiente de este Parque Regional es montaña forestal sin prácticamente prados ni terrenos agrícolas. Así que por cualquier parte de la sierra van apareciendo casi todas las especies, pero sí hay un pequeño detalle: el sapo corredor, propio de zonas más abiertas, aparece efectivamente en cuerpos de agua cercanos a fincas agrícolas, aunque sean éstas pequeñas.

Por su parte, el resto de anfibios se distribuyen bien por todo el espacio. Son el sapo común, el sapillo moteado e incluso la rana común, que se dispersa muchísimo por el territorio, en el que desde las faldas de la sierra sube hacia el interior, "es un animal muy sorprendente en este sentido" la define Yelo. El sapillo moteado es algo menos abundante que el común y corredor, pero está en cualquier zona forestal. El sapo partero bético es, por contra, muy escaso y puede verse en muy pocos sitios, siempre en montaña media alta y cuerpos de agua estables y arroyos.

La sexta especie del Parque es el gallipato (Pleurodeles waltl), "una cita muy interesante, pero tenemos serias dudas de que la población de la sierra sea introducida porque justo en el sitio donde está hay una población en una balsa. En los estudios anteriores nunca los hemos encontrado y, de repente, a partir de un día, aparecieron un montón", recela Yelo, para quien esta circunstancia es un reflejo del peligro de que la gente libere animales en el medio.

Cuidado con las reintroducciones espontáneas

Al hilo de la posibilidad de que la población de gallipato de Sierra Espuña sea introducida, Néstor Yelo, técnico de Conservación de Orthem, recuerda que "en general, introducir especies en el medio natural puede desequilibrar un ecosistema".

El gallipato, en concreto, está citado en este Parque hacia 1993, "pero no sabemos dónde. Probablemente, históricamente hubiera hace cientos de años, pero si volvemos a introducirlo donde ha desaparecido no sabemos cómo va a alterar el medio. Pero, sobre todo, los anfibios son muy sensibles a ciertas enfermedades y en particular a unos hongos muy peligrosos que casi no se pueden controlar. Uno puede pensar que el animal en su casa está bien y no va a desarrollar una enfermedad, pero puede ser que tuviera ya hongos y al soltarlo no sabemos si van a contagiar a las especies del medio. Los sapos parteros son, sobre todo, muy sensibles a uno de estos hongos que supone para ellos una amenaza mundial. Así que aquí corremos el riesgo de que estas introducciones, que alguien puede pensar que es para mejorar el ecosistema, puedan suponer el principio del fin del sapo partero en sierra Espuña y acabar con una especie autóctona que lleva miles y miles de años ahí", alerta.

Para Yelo, "si alguien tiene que hacer una introducción, ha de ser la Administración después de amplios estudios y con un proyecto muy serio y riguroso". De hecho, "ahora tenemos que estudiar qué hacemos con este gallipato. Ojalá podamos demostrar que es autóctono para poder conservarlo, porque donde está parece que no molesta… Pero hay que evitar este tipo de introducciones, es una dinámica terrible. Introducir un animal con esa idea de ‘salvar’ a una especie es una amenaza tan importante como los atropellos o el cambio climático", alerta.


Cuerpo de agua recuperado en Sierra Espuña. Imagen: N. Yelo.


Voluntarios, recuperando una balsa. Imagen: Caramucel.


Impartiendo difusión. Imagen: Caramucel.