Un reciente estudio científico concluye que la supervivencia de una especie de tortuga marina, la tortuga boba, se multiplica por seis en los primeros meses de su vida libre gracias a la cría y engorde en cautividad antes de ser devueltas al mar, según informa el Oceanogràfic de Valencia, entidad que ha participado en la investigación a través de la Fundación Oceanogràfic.

“La clave ha sido la cría en medio controlado de los individuos y su engorde antes de la suelta asegurando un tamaño mínimo -de alrededor del kilo de peso- que les evita muchos de los depredadores potenciales”, explica José Luis Crespo, responsable de Programas de Conservación de la Fundación Oceanogràfic.

Los resultados sugieren que el Head-starting -la cría en cautividad de tortugas recién nacidas y su engorde antes de su liberación- junto con la protección y reubicación de nidos pueden ser técnicas de conservación muy efectivas”, comenta Crespo.

La investigación se ha centrado en varios ejemplares de tortuga boba (Caretta caretta), la única de las siete especies que existen en el planeta que anida con éxito en España. El trabajo analiza por primera vez los movimientos de 19 individuos post-neonatas, procedentes de tres nidos de diferentes playas españolas situadas en Cataluña, Andalucía y Comunidad Valenciana; y que fueron introducidas en el Mediterráneo entre los años 2015 y 2017. Cada uno de los individuos llevaba acoplado un dispositivo que permitió su seguimiento vía satélite, en algunos casos durante más de cuatro meses. 

Este animal, clasificado como vulnerable, tiene una tasa de supervivencia bajísima: sólo uno de cada 1.000 recién nacidos sobrevive y alcanza la edad adulta, aunque se cree que el 90 por ciento muere al principio de su vida, explica Sara Abalo, bióloga marina de la Universitat Politècnica de València (UPV). En el proyecto han observado que, al menos, el 59 por ciento de las post-neonatas siguen vivas durante sus primeros tres meses en el mar.

Desde 2001 se registran nidos de tortuga boba en el Mediterráneo occidental, situación que no se había registrado anteriormente. Las tortugas nacidas de estos nidos del Mediterráneo occidental están amenazadas por la naturaleza turística de la mayoría de las playas, por lo que, en estos casos, se aboga por la reubicación por personal cualificado, de las puestas de huevos en lugares de incubación seguros. La cría en medio controlado de neonatos, hasta alcanzar un tamaño y peso que facilite su supervivencia en libertad, es otra de las medidas posibles, aunque su eficiencia se ha puesto en entredicho por temor a que no desarrollen competencias para ser autosuficientes.

Según Sara Abalo, en este estudio se ha demostrado que las tortugas post-neonatas criadas en cautividad fueron capaces de alimentarse y desplazarse adecuadamente. La mayoría de las tortugas viajaron a zonas de aguas abiertas en el Mediterráneo, con preferencia por el mar de Alborán, el mar Balear y la corriente de Argelia, en dirección al estrecho de Sicilia. Ninguna de las tortugas marcadas cruzó el estrecho de Gibraltar, en consonancia con las hipótesis que sostienen que el pequeño tamaño de las tortugas post-neonatas no les permitiría atravesar las fuertes corrientes de entrada al Mediterráneo en esta zona.

Solo uno de los grupos de tortugas del estudio, que sufrió una infección parasitaria durante su periodo de cría, frecuentó en mayor medida zonas costeras, comportamiento que se atribuye a su peor condición física. Dos de las tortugas de todo el estudio se recuperaron tiempo después de ser liberadas, ambas con plásticos en sus estómagos.

Los resultados de este proyecto para el seguimiento y protección de este reptil, que lidera el también investigador de la UPV Eduardo Belda, y en el que Abalo desarrolla su tesis doctoral, se han publicado recientemente en la revista Marine Biology.

2018-04-29

  • Una de las tortugas entra en el mar con el emisor de señal. Imagen: Oceanogràfic
    Una de las tortugas entra en el mar con el emisor de señal. Imagen: Oceanogràfic .